El puente renacentista

EN CONSTRUCCIÓN

 

      Para muchos autores  (Andrés Ordax, S. y otros (1985) entre el puente romano y al actual puente -de época barroca- se construyó un puente, a largo del siglo XVI, que sólo estuvo en uso unos 23 años, hasta que fue destruido por una gran avenida del Guadiana. La existencia de este puente renacentista se basó en el análisis de la técnica constructiva de los restos del puente anterior, que todavía hoy pueden observarse, y en la aparición -en 1984- de un libro, oculto tras una pared, de una dependencia del actual Ayuntamiento (1957): El Libro de Cuentas de construcción del Puente.   

         El puente romano se había utilizado durante toda la Edad Media y estaba prácticamente inutilizado en 1236 según se desprende de la "I Crónica General de España" Cuando el rey se traslada de Benavente a prestar ayuda a los cristianos de Córdoba, a través de Ciudad Rodrigo y Alcántara, se dice: "... paso Guadiana a la barca de Medelin, et de Medelin endereço a Magazela et a Benquerencia, que era de moros". El mismo rey (Fernando III) expide una autorización  a al Orden de Santiago, el 1 de diciembre de 1247, para que instale "...una barca en Medellin en el río Guadiana, en aquel logar, e en aquel pielago o andan las otras barcas del Concejo de Medellin para pasar los homes e recuas"

         Rodríguez Gordillo (1916) reproduce una nota del Archivo Municipal de la Villa en la que se señala que el puente estaba prácticamente en ruinas:

"...las primeras disposiciones y diligencias para la reparación del Puente Antiguo, ya caído, tuvieron principio el año 1525, y terminaron el 1575...; los fondos para la obra los suplieron los once pueblos que de que entonces se componía el Condado de Medellín, que pagaron 250.000 maravedises, a razón de vecindario, de cada un año de los que duró la obra...; el Conde pagaba 3.000 maravedises en cada un año, y todas las dehesas del Condado, sufrían un cargo ya en dinero, ya en ganados; ... ascendiendo el fondo de todas estas partidas a unos 500.000 maravedises anuales poco más o menos; es de notar que los pueblos del Condado, que eran Rena, Miajadas, Valdetorres, Cristina, Manchita, Guareña, Don Benito, Don Llorente y Medellín, pudiesen soportar sólos y por tantos años la contribución impuesta para una obra tan considerable..."

 

           De las páginas del Libro de Cuentas de Construcción del Puente, que se conserva en el Archivo Municipal del Ayuntamiento de Medellín,  parece deducirse también que el puente romano prácticamente no existía.  Por la misma fuente se sabe que la obra se realizaba a razón de un arco por año y se sacaba el siguiente pilar. 

         En la construcción del puente figuró, durante varios años, como "maestro mayor de la dicha puente" el trujillano Sancho Cabrera, famoso porque intervino en la construcción de grandes templos extremeños, en algunos de ellos junto a arquitectos como Rodrigo Gil de Hontañón. También intervino en obras públicas de Trujillo y en puentes como el de Tozo, Ruecas, Gardáligas o el famoso puente de Ramacastañas, en Arenas (Ávila).

          Según parece el puente se construye prácticamente de nueva fábrica, ignorándose si se aprovechó algo del primitivo, cosa que, por otra parte parece lógica. Las partes caídas que se aprecian en el margen derecho del Guadiana, debajo del actual puente parecen encajar con los sistemas contructivos del siglo XVI, explicando así la extrañeza que suponía para Fernández Casado la ausencia de almohadillado y el tipo de mortero que unía a las piedras de cantería, para que fuera de fábrica romana.

         El puente, a juzgar por los restos, constaba de 28 ojos y resultó ser una obra efímera, a pesar de casi todas las energías de la villa y su condado se volcaron durante el siglo XVI en la construcción del puente.  Las primeras gestiones para construirlo comenzaron en 1525, se finalizó la obra en 1575 y  la noche del 20 de Diciembre de 1603 se produjo una gran crecida del río Guadiana que destruyó buena parte del puente, ahogándose varias personas y buen número de ganado, según relata Solano de Figueroa (1650)

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