LA PLAYA DE MEDELLÍN

Playa de Medellin. 1971

LA PLAYA FLUVIAL DE MEDELLÍN

 

        Según cuentan los mayores de la villa en la primera mitad del s. XX los jóvenes metelinenses utilizaban esporádicamente el baño en el Guadiana, cuando tenían tiempo para disfrutarlo -normalmeante tras una agotadora jornada de trabajo en las tareas agrícolas propias de la recolección del cereal-. El lugar elegido para el baño solía ser "El Pico", zona próxima a la villa situada al NO de la misma, detrás del castillo. Era relativamente frecuente que estos jóvenes se bañaran desnudos, en este espacio o en lugares más apartados de la poblacion. La zona de baños de las mujeres estaba situada en las proximidades del Molino de Lozano.
 
 
"... por esas escaleritas bajaban las mujeres y se sumergían en el agua con camisones blancos [bañeras] y cuando salían les esperaban  las mujeres mayores que estaban a su cargo y las envolvían en sábanas, los hombres se bañaban en el Pico [...], pero nunca se juntaban..."1. 
 

        A partir de finales de la década de los 50 del pasado siglo la margen izquierda del río Guadiana a su paso por Medellín fue adquiriendo relevancia creciente como playa fluvial convirtiéndose en una importante y habitual actividad social y lúdica para la villa, a la vez que un eficaz remedio para aliviar las sofocantes temperaturas veraniegas de los vecinos de Medellín, de los emigrantes que regresaban puntualmente cada verano a disfrutar de las merecidas vacaciones junto a los suyos; y de los vecinos de poblaciones limítrofes. De forma progresiva, los fines de semana, cada vez más autobuses llegaban de localidades vecinas, principalmente de Don Benito y Villanueva de la Serena, transportando grupos de personas que se unían a los bañistas metelinenses.

    La playa fluvial, tal y como se conoce hoy, comenzó en el "Pico" con el famoso chiringuito de "Capirulo". Poco a poco fue extendiéndose hasta el Molino de Lozano, reconvertido en improvisada caseta, y de forma progresiva se fue desplazando en dirección al puente de época barroca.

      En 1966 la "caseta de Bartolo" se instala río abajo, al otro lado del puente, donde permaneció en solitario por espacio de dos años; pero en pocas campañas la playa se fue extendiendo hacia este lugar hasta quedar ubicada de forma definitiva en ese espacio, a la vez que desaparecía la afluencia de bañistas a la antigua zona del otro lado del puente. A partir de ese momento varios establecimientos hosteleros de la villa, y algunos de fuera de ella, instalaban cada verano un chiriguito en la playa, la mayor parte de ellos ofeciendo comidas. El creciente número de casetas -que llegó a contar a partir de los años 80 con 12 instalaciones- dio vida y apoyo definitivo a la consolidación de la playa2. A la de Bartolo se sumarían, dos años más tarde, la de Antonio Crucera (actual Arca de Noé)3, y la de "Pelegre”4. Posteriormente se incorporaría el 31, de Perico “Perrete”, la de Morisca, el Mosquito, Costa Breva5La Cabaña, el Pino,… Bien entrada la última década del s. XX, algunos de estos establecimientos llegó a ofrecer en sus instalaciones un selfservice en fines de semana, como fue el caso del de Palomares... Eran los años de mayor afluencia de personas a esta playa y algunas “casetas” optaron por montar carpas modernas.  

      A este boom de la playa fluvial de Medellín se sumaría una oferta lúdica paralela que incluyó, por ejemplo, un embarcadero con barcas de alquiler inflables y de pedales. En 1994 se inauguraría la discoteca la Kawa, que hasta comienzos del s. XXI, y durante varios veranos, tuvo una espectacular afluencia de jóvenes de toda la comarca. En 1998 se sumaría a los chiringuitos tradicionales la inauguración del restaurante Kylix (actual La Palapa), realizado a la orilla del río de obra de fábrica6.

            El comienzo del siglo XXI coincide con una bajada de afluencia a la playa metelinense, debido a múltiples causas: dudas de la idoneidad del agua para el baño, por problemas de depuración de las poblaciones en constante crecimiento, próximas a Medellín; creación de piscinas municipales en la práctica totalidad de las localidades del entorno, incremento de chalets particulares con piscina privada,… Esta realidad hace que la playa se encuentre en la actualidad con una afluencia estable de vecinos de Medellín, de localidades vecinas y veraneantes, atendida en los últimos años por dos chiringuitos

 

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1. Texto oral recogido a Dª. Isabel Palomares García. (2019) 

2. A principios de los ochenta aparecen las primeras roulottes con turistas extranjeros, que pasaban parte del verano a pie de playa. Los primeros fueron Carlos y Beatriz, con sus hijos Manuel y Dorys, procedentes de Alemania, que después de jubilados volverían a Medellín para avecindarse aquí. Esta familia sería distinguida como turistas honoríficos de Medellín a mediados de esa década.

3. Esta caseta fue la primera que contrató la acometida temporal de luz eléctrica cada temporada. El resto continuaba enfriando las bebidas con barras de hielo que se compraban en la fábrica de hielo de Juan Morcillo, en Medellín, hasta su cierre, a finales de los años sesenta; momento en había que desplazarse a comprar el hielo a Don Benito, e incluso a La Haba. A veces estas barras eran transportadas en motocicletas. A este respecto era frecuente que la bebida de los particulares y las sandías –postre estrella del picnic playero- se enfriasen por inmersión en el agua del propio río.

4. En los primeros años las casetas se construían con bloques de cemento, y los sombrajos con cañizos y palos de madera. Posteriormente las casetas serían de chapa (desmontables) hecho que facilitaba el desmontaje obligatorio cada otoño para dejar libre el caudal del río.  

5. A finales de los 80 el chiringuito Costa Breva llevó a cabo una fortísima campaña de publicidad que hizo que se conociera la playa de Medellín en toda Extremadura, e incluso fuera de ella, como Costa Breva o como la Costa de la Breva.

6. García Muñoz, Tomás. “La villa de Medellín entre 1927 y 2017. Las últimas décadas de una villa milenaria, Revista de Estudios Extremeños, T. LXXIII, Nº 2, mayo-agosto, 2017. Diputación Provincial, Badajoz. p. 2.089.

 

N.E. Agradecemos los testimonios de Dª. Isabel Palomares García y de D. Bartolomé Haba Daza, recogidos a través de sus hijos Rául y Angelita, respectivamente, que nos han servido de base para confeccionar esta reseña.


 © Tomás García Muñoz

Asociación Histórica Metellinense

14 de mayo de 2021

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